Por: Fernando Tapia.
Foto: Twitter Vanity Fair

Yalitza Aparicio, originaria de Tlaxiaco Oaxaca, es el claro ejemplo de la definición de la palabra Serendipia, descubrimiento o un hallazgo afortunado, pues el destino tenía claro que la joven actriz estaba reservada para brillar en la pantalla grande y codearse con grandes personalidades Hollywoodenses.

Sin embargo, este hallazgo vendría acompañado de un precio muy alto que pagar, ya que las voraces lenguas de la opinión pública no reservaron sus mejores comentarios para la joven actriz.  Aseveraciones tan duras que reflejaban intolerancia y falta de empatía en el éxito de una compatriota. 

Se habló muy duramente acerca de los rasgos físicos de Yalitza dejando de lado la esencia de su ser. Olvidando su capacidad actoral y su habilidad de trasmitir emociones a través de un personaje. Desafortunadamente, el foco de atención se desvío del núcleo.

No obstante, la buena fortuna le sonríe a Yalitza, siendo que en un medio atestado de personalidades con piel de porcelana, cabello rubio y estaturas arriba del promedio. La joven actriz rompió esquemas con su piel dorada, sonrisa cálida y personalidad tímida.  A pesar de este mar de opiniones, Aparicio ha logrado mantener la cabeza fría y asumirse como una mujer afortunada de tener la oportunidad de ser inspiración de aquellas personas que pudieran identificarse con su personaje. 

Por lo cual, esta situación podría ser una invitación a reflexionar, sí las razones de aquellas críticas vienen derivado al miedo de aceptarnos tal y como somos. De aceptar nuestro origen, respetarlo y sentirnos orgullosos de quienes somos y de donde venimos. ¿Qué tan duro es aceptar lo diferente? O más bien ¿Qué tan difícil es aceptarse a través del otro?